Era una de esas noches en las que te apetece ver una comedia de las de siempre. De esas típicamente americanas en las que toda se enreda hasta el paroxismo para acabar en el inevitable final feliz. Y ¡hala! a dormir y a soñar con los angelitos, el Empire State y los puentes de Brooklin o Madison, que en sueños es difícil distinguir…
La elección de Al servicio de las damas parecía acertada. Carole Lombard, William Powell y Eugene Pallete aseguraban la calidad apriorística necesaria y con Gregory La Cava, uno de los amos de esto, la cosa pintaba bien. La información previa imprescindible para saber donde me estaba metiendo me hablaba de nominaciones y “awards” varios. Caramelos en lugar de palomitas, agua en vez de cocacola, la luz debidamente tenue y “La función va a empezar….lalala lalá…”
Al poco, una imagen surrealista total. Los vagabundos entre toneladas de basura y las desocupadas millonetis buscando un pobre que llevarse a la gymkama. ¡Y ni un encogimiento de nariz! Elegido el menesteroso y tras las presentaciones de rigor y algún que otro revolcón sobre los detritos, el ilustre mendigo – y digo ilustre porque se lo notan los estudios, superiores al menos a los de las juguetonas niñas de papá – sin afeitar y con olor no a limones caribeños precisamente, es presentado en una reunión de la sociedad alegre y confiada de la noche neoyorkina, zoológico representativo de una clase desocupada dedicada a la caritativa obra de nombrar mayordomos al primero que se recoge del arroyo, sin casting ni ná… Pero ¡Bingo! El amigo Godfrey (William Powell) es el asistente perfecto y los dos únicos dedos de frente en una familia de la que únicamente se salva el padre (Eugene Pallette)al que acabamos admirando por una paciencia capaz de dejar a Job a la altura del betún. Pero claro, hay cosas que no pueden ser y además son imposibles y hasta el santo patriarca acaba perdiendo los nervios.
Aunque la crítica de La Cava a una jet ociosa, vista desde el siglo XXI, no sea de una mordacidad extrema – tengan en cuenta que estamos en una comedia- supone un punto a favor del film, especialmente si se añaden algunas perlas punzantes en el guión. Sin embargo, la llantera contínua, de niña mimada y consentida, de Carole Lombard, junto con los simiescos saltos del protegido de la madre, gorrón de turno y filósofo en horas de ayuno, que cuando hay algo que llevarse a la boca se acabaron las filosofías, junto a otras lindezas por el estilo, me llevan a considerar si los espectadores de la época reían por no llorar por lo mal que estaban las cosas o si con la entrada se les daba una infusión del gas de la risa, que sinó no se acaba de entender.
Se ha dicho de ella que es uno de los mejores ejemplos de comedia screwball en la línea La fiera de mi niña. Aquí tienen un ejemplo de odiosas comparaciones. Al servicio de las damas es una buena comedia, ácida e inteligente, pero que se deteriora un tanto con las exageración de las banalidades de la ociosa jet norteamericana de los 30 y a la que el inexorable tiempo no le ha sentado demasiado bien. En los 30 el acoso y derribo a las clases nobles y adineradas hecho con este agudo sentido del humor pudo tener su impacto. Si me situase en aquellos años probablemente subiría mi valoración. Pero el 2011, vistas las cosas que hemos visto, ¡eh sir John! me hace ser un poco más exigente.
Reconociendo sus méritos...
Puntuación 7,00
(Un apunte final: Resulta curioso que en el trailer se omitan tanto la pertinaz llantera de Carole Lombard como el baile del gorila del amiguito de la mamá. ¿Dudaron de su efectividad para atraer a espectadores medianamente inteligentes?
(Un apunte final: Resulta curioso que en el trailer se omitan tanto la pertinaz llantera de Carole Lombard como el baile del gorila del amiguito de la mamá. ¿Dudaron de su efectividad para atraer a espectadores medianamente inteligentes?